21 DE JUNIO: DÍA INTERNACIONAL DE LA MÚSICA. (creada en 1982 por
Jack Lang, ministro de cultura de Francia, 1982).
Algunos pensamientos relacionados con
la música en esta fiesta.
Las muchedumbres de hoy consumen desmedida música
prefabricada. Cada día, esta música contiene más sonidos redundantes, vacíos, artificiales;
sin valores éticos, poéticos, armónicos, sin matiz de expresiones, volúmenes, de
ritmo, o melódicos. No hay en ella timbres ni coloridos instrumentales;
fundidos con volumen para estallar el oído en la actual guerra del sonido; en
una barda de publicidad disponible en cualquier medio de comunicación. Por eso es fácil que nos enamoremos de un
archivo digital, no de la música auténtica.
Lástima, hemos sido “domesticados” por la industria
audiovisual que deliberadamente desliga la música, de nuestro pensamiento. Es
la verdad. Los géneros populares son enlazados repetidamente con otras cosas,
pero no con valores universales y artísticos: la salsa a la cama sensual; la
balada romántica a la infidelidad y la depresión; la cumbia al “doble sentido
impúdico”; la bachata a la lujuria; el reguetón a los órganos reproductores; la
música electrónica a las nuevas fiestas y drogas; el rock a la violencia y
rebeldía; la música ranchera al alcoholismo, machismo y feminismo; el pop al
libertinaje vestido de juventud… pero esto no termina aquí.
En plena era digital, muchos nos hemos acostumbrado a descargar
y reproducir a nuestro antojo “nuestra música digital” en muchos casos, prediseñada
para ser “anti-música pro-inconciencia”. Y nos ha creado un egocentrismo musical
enfermizo. Nos han adormecido a la sensibilidad y esfuerzo que el músico y
compositor de carne y hueso nos ofrecen.
Constantemente debemos callar a muchos, incluso a otros
apagar sus aparatos celulares o reproductores, mientras un verdadero intérprete
musical trabaja.
Distraerse o distraer a otros en un ambiente de música viva,
es desde todo punto de vista desconsiderado, y falto de cultura. El músico es
arte vivo y realidad creadora y cambiante en cada sociedad. Si queremos dejar
vivir la música real, brindemos un serio apoyo al músico, dándole un manto de
atención y silencio a su arte. Esto es un requisito ineludible.
La música “de fondo” no existe, es en realidad, verdadera
música, eje y centro sonoro de cualquier actividad humana.
Estamos rodeados de sonidos en la vida cotidiana. Se nos
hace tan comunes, que pocos valoramos el milagro de escuchar.
La apreciación de la música requiere nuestro conocimiento y
esfuerzo de querer disfrutarla.
Para poder realmente escuchar, se requiere volver a ser
humano, en su concepto más profundo. Pocos cuidamos la capacidad de oír, pues la
rompemos con altos volúmenes, y poco desarrollamos también nuestro nivel de
escucha. Es necesario humanizar, incluso, nuestro pensamiento ante lo que escuchamos.
Detengámonos un instante. Limpiemos nuestros oídos como
Murray Scheffer sugirió, pero con el silencio, para escuchar nuestro entorno.
Busquemos el sonido, el más suave que podamos escuchar. Ampliemos poco a poco nuestro
horizonte sonoro. Ahora abramos las puertas de dónde estemos, escuchemos el
sonido más lejano posible. Reaprendamos a escuchar. La realidad sonora que nos
envuelve es música también.
Si valoramos el sonido, valoraremos la música sea el género
que sea.
La música y el musicar, deben ser un derecho humano
fundamental durante toda la vida, desde el embarazo hasta el último momento de
nuestra existencia.
Si usted ama la música, aprecie todos los géneros y estilos
musicales que le sea posible, con altos criterios de buen gusto y arte,
paralelamente a su musicar cotidiano de géneros favoritos.
Todas las personas, debemos practicar diariamente las
destrezas musicales que más disfrutemos. Debemos recrearnos con todo el goce
posible, para recibir todos los beneficios biológicos, sociológicos,
neurológicos, y psicológicos que la práctica musical genera en cualquiera.
Por cierto… y usted: ¿ya musicó hoy?
©
Prof. de música Rodolfo López González. 2016. Zarcero, Costa Rica.
Un agradecimiento
especial a la proffesora Socorro León por la corrección de estilo.
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